Cuando le propuse al director en turno de Casa de Cultura de Santa María la Ribera un taller de guionismo y estilo literario, regresaba nuevamente a sus instalaciones. En el pasado, a finales de los noventas, habíamos estado ensayando Cuadro en gris, proyecto que no cuajó porque mi actriz principal se había mudado a Guadalajara. Era muy joven y me faltaba aprender que todos los huevos no se deben poner en una canasta.
El director me pidió una carta de recomendación, así que fui con el director de la Escuela de Escritores Teodoro Villegas, y me hizo el favor redactarla.
Mi maestra María Elena Aura me había dicho que no a cualquier alumno le haría un documento de esta índole, así que me sentí afortunado y seguro para tramitar mis clases en Casa de Cultura.
Aprendí mucho de este taller sabatino, aprendí que los alumnos te tienen tanta atención como para que cuides cada una de las palabras, y quizá por eso, sumando mi emoción y que en aquél tiempo era tímido de vez en vez tartamudeaba.
Al alumno que no le perdí la pista fue a Heriberto Carbarín, quien al salir el número 1 de la revista Convocatoria nos acompañó con sus letras.
Esta experiencia fue el preámbulo de lo que vendría al mudarme a Tepeji del Río.
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